- De acuerdo - confesé atropelladamente - , albergaba la esperanza de que tal vez hubieras cambiado de idea y que , después de todo , me transformaras.Una decena de sentimientos encontrados recorrieron su rostro. Reconocí algunos, como la ira y el dolor, y, después de que se hubo serenado, la expresión de sus facciones pareció divertida.
- Pensaste que sería una ocasión para vestirse de tiros largos, ¿a que si?- se burló, tomando la solapa de la chaqueta de su traje de etiqueta.
Torcí el gesto para ocultar mi vergüenza.
- No sé cómo van esas cosas; al menos, a mí me parecía más racional que un baile de fin de curso - Edward seguía sonriendo-. No es divertido - le aseguré .
-No, tienes razón, no lo es - admitió mientras se desvanecía su sonrisa-. De todos modos, prefiero tomármelo como una broma antes que pensar que lo dices en serio.
-Lo digo en serio.
Suspiró profundamente.
-Lo sé. ¿Y eso es lo que deseas de verdad?
La pena había vuelto a sus ojos. Me mordí el labio y asentí.
-De modo que estás preparada para que esto sea el final, el crepúsculo de tu existencia aunque apenas si has comenzado a vivir -musitó, hablando casi para sí mismo-. Estás dispuesta a abandonarlo todo.
-No es el final, sino el comienzo- le contradije casi sin aliento.
-No lo merezco- dijo con tristeza.
-¿Recuerdas cuando me dijiste que no me percibía a mí misma de forma realista? - le pregunté, arqueando las cejas-. Obviamente , tú padeces de la misma ceguera.
-Lo sé.
Suspiré.
De repente, su voluble estado de ánimo cambió. Frunció los labios y me estudió con la mirada. Examinó mi rostro durante mucho tiempo.
-¿Estás preparada, entonces?- me preguntó.
-Esto... - tregué saliva -. ¿Ya?
Sonrió e inclinó despacio la cabeza hasta rozar mi piel debajo de la mandíbula con sus fríos labios.
- ¿?Ahora, ya? - susurró al tiempo que exhalaba su aliento frío sobre mi cuello. Me estremecí de forma involuntaria.
- Sí- Contesté en un susurro para que no se me quebrara la voz.
Edward se iba a llevar un chasco si pensaba que me estaba tirando un farol. Ya había tomado mi decisión, estaba segura. No me importaba que mi cuerpo fuera tan rígido como una tabla, que mis manos se transformaran en puños y mi respiración se volviera irregular... Se rió de forma enigmática y se irguió con gesto de verdadera desaprobación.
-No te puedes haber creído de verdad que me iba a rendir tan fácilmente- dijo con un punto de amargura en su tono burlón.
-Una chica tiene derecho a soñar.
Enarcó las cejas.
- ¿Sueñas en convertirte en un monstruo?
- No exactamente. repliqué. Frincí el ceño ante la palabra que había escogido. En verdad, era eso, un monstruo-. Más bien sueño con poder estar contigo para siempre. ...








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