lunes, 19 de enero de 2009



Borra el círculo de la niñez
y se encamina
en verde seco
hacia un alto edificio.
Destaca su pecho
entre la multitud de cuerpos
hasta lograr la maravillosa rotura presente
y sus presagios.
B. borra todos los días el círculo
de la niñez
en un pizarrón inexistente.
Ya perdió el vértigo y el descontrol.
Ya no busca recuperar el sabor a miel en sus labios
pero cambia el color de la puerta
mágicamente rota
una y otra vez
con la soledad de su forma de mirar.
No encuentra las alas, los globos ya no sostienen
y le es imposible bajar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario